
Si bien la Sexta y la Séptima Flota de EE.UU., radicadas en el Mediterráneo y en el Golfo Pérsico respectivamente, son las que más han acaparado tradicionalmente la atención de los medios de comunicación, la Cuarta Flota está empezando a despertar cada vez más interés.
Se trata de la flota que, bajo el mando del Comando Sur de EE.UU. y con sede en Mayport, Florida, es responsable de las operaciones en Centroamérica, Sudamérica y El Caribe.
¿Cómo nació?
Nació en 1943, en el marco de la Segunda Guerra Mundial , con el objetivo de hacer frente a las posibles acciones navales de la Alemania nazi. Cuando acabó la guerra se mantuvo activa hasta 1950, cuando se disolvió y entregó su área de operaciones a la Segunda Flota.
La región en la que opera tiene más de 40 millones de kilómetros cuadrados , abarca una sexta parte de toda la tierra continental del planeta, que incluye 31 países y 10 territorios o protectorados y la mitad de la población del hemisferio.
Una flota, ¿sin buques?
Esta flota no cuenta con buques asignados de forma permanente, a diferencia del resto de flotas estadounidenses, sino que opera coordinando buques, aviones y submarinos que ingresan en su área de responsabilidad, es decir, las aguas circundantes del Atlántico y Pacífico entre los meridianos 30º y 92º oeste.
De este modo, los efectivos bajo su mando varían de una ocasión a otra. Así, a modo de ejemplo, en las maniobras Southern Seas 2024 , coordinó el portaaviones USS George Washington (CVN 73), el destructor USS Porter (DDG 78) y el buque logístico USNS John Lenthall (T-AO-189). Es decir, se le asignan buques y efectivos temporalmente de acuerdo a las necesidades operativas.
¿Cuándo llegó la reactivación?
Tras casi seis décadas de inactividad, la Cuarta Flota fue reactivada en 2008 , durante el mandato del presidente George W. Bush.
La reactivación se anunció en mayo de ese año, pocas semanas después de que Colombia, Ecuador y Venezuela se vieran envueltas en un incidente diplomático que mantuvo en suspenso a toda la región, después de que las fuerzas colombianas bombardearan un campamento de las FARC en territorio ecuatoriano.
La justificación aportada en aquel entonces para revivir esa flota fue que el presidente de Venezuela a la sazón, Hugo Chávez, estaba promoviendo un sentimiento antiestadounidense , mientras recibía la cooperación de Rusia en el ámbito militar.
Además, en aquellos tiempos, Bolivia, Ecuador y Nicaragua tenían Gobiernos con una ideología en sintonía con Caracas, por lo que EE.UU. parecía que tenía la necesidad de mostrar músculo y dejar patente que se trataba de la única superpotencia militar en todo el hemisferio.
Tan solo días después de su reactivación tuvo lugar un incidente, la violación del espacio aéreo venezolano por parte de una aeronave militar estadounidense. Desde la Casa Blanca se dio carpetazo al incidente asegurando que se trató tan solo de "un error de navegación" del piloto.
Otro percance se vivió en 2019, durante el primer mandato de Trump. En esa ocasión fue el Comando Sur el que alertó de "la aproximación peligrosa de un avión de combate venezolano sobre aguas internacionales".
¿Cuál es su actividad actual?
Según explica la Cuarta Flota en su página web , su misión es apoyar las operaciones militares conjuntas y combinadas de espectro completo del Comando Sur de los EE.UU. "proporcionando principalmente presencia avanzada basada en el mar para garantizar la libertad de maniobra en el dominio marítimo, fomentar y sostener relaciones de cooperación con socios internacionales y explotar plenamente el mar".
El objetivo de estas acciones es mejorar la seguridad regional y promover la paz, la estabilidad y la prosperidad en las regiones del Caribe, América Central y América del Sur.
Si bien el territorio estadounidense difícilmente podría encontrarse amenazado, a nadie se le escapa que uno de las mayores preocupaciones para esta fuerza es la de mantener expedito el Canal de Panamá . Más si cabe ahora que el presidente Trump, desde que llegó a la Casa Blanca en el mes de enero, ha insistido en su intención de recuperar el control de la vía interoceánica.
Las relaciones de Rusia con Cuba o Nicaragua y la expansión comercial y económica de China en el entorno del Canal son las excusas perfectas de Washington para aumentar la presión en ese entorno.
¿Al choque con Venezuela?
La historia de esta segunda vida de la Cuarta Flota estadounidense parece unida al enfrentamiento permanente que protagonizan desde hace más de dos décadas Washington y Caracas.
Si la activación se inauguró con una presunta violación estadounidense del espacio aéreo venezolano, el jueves el Gobierno del presidente Nicolás Maduro denunció que al menos cinco aviones de combate F-35 de EE.UU. habían vuelto a ingresar ilícitamente en su espacio aéreo.
Caracas defiende que se trataría de cazas establecidos en Puerto Rico, parte del considerable despliegue militar que EE.UU. mantiene en la región bajo la premisa de combatir a los cárteles del narcotráfico.
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En agosto, EE.UU. implementó un despliegue militar en el sur del Caribe , supuestamente para enfrentar a los cárteles de la droga. A su vez, la fiscal general de EE.UU., Pam Bondi, duplicó la recompensa por información que condujera al arresto de Nicolás Maduro bajo la acusación —nunca sustentada— de liderar un "cártel de narcotráfico".
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Tras el despliegue militar estadounidense, líderes de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) han pedido que se respete la declaración de la región como una zona de paz.
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Desde el mes pasado Washington afirma haber bombardeado tres embarcaciones en el Caribe, que han dejado al menos 17 víctimas mortales. Maduro sostiene que su país es presa de "una guerra multiforme" orquestada desde EE.UU. en interés de propiciar un "cambio de régimen".
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Otros mandatarios de la región como Miguel Díaz-Canel (Cuba), Luis Arce (Bolivia), Daniel Ortega (Nicaragua) y Gustavo Petro (Colombia), consideran que no existe evidencia alguna que sirva de base a la acusación estadounidense contra Maduro, mientras que sí son públicas las apetencias del país norteamericano por dominar recursos estratégicos presentes en el hemisferio occidental.