La vida de Carme Ruscalleda es un espejo de coherencia. Lo que predica en sus restaurantes lo aplica en su día a día. Y a los 73 años, después de haber conquistado las siete estrellas Michelin que la convirtieron en leyenda, sigue defendiendo con pasión la misma idea: comer bien es vivir mejor.

Podría permitirse lujos, pero elige la sencillez. Su rutina no empieza con un banquete, sino con un ritual íntimo. Allí, en su mesa, con un mantel bien puesto, arranca un día que se alarga entre proyectos, charlas y memorias. “Yo desayuno sola”, confesó en el programa de radio Cinco bocados de RNE. Su marido busca la tertulia del bar. Ella, en cambio, busca la calma.

Carme Ruscalleda confiesa algunos secretos de su alimentación

El primer gesto de la mañana es un guiño a la naturaleza: fruta recié

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