¿Vale construir la utopía? ¿O el idealismo se da de bruces con lo real? Curioso, no son preguntas contradictorias. Se puede -se debe- intentarlo: el mayor fracaso radica en no animarse. Pero el edén tampoco dura cien años, nosotros mismos vamos a cambiar de horizontes y habrá siempre tumbos. La utopía, sin embargo, no es solo el fin, también el camino.
Tengo familia que ha vivido en comunas, amigos que partieron a pueblos semirurales. Buscaban una conexión más directa con lo natural y establecer relaciones que prescindieran -Sui Generis por medio- de que “Dios es empleado en un mostrador, da para recibir”. Yo jamás sentí esa necesidad. Más aún, nací en una ciudad intermedia, Rosario, y apenas pude me disparé a otras inmensas, esas sin fin, en las que siempre encontrás algo nuevo. Pero l