Para lograr entrevistar tras el Nobel a Doris Lessing, que ya era muy mayor y no tenía agente literario ni jefe de prensa, se plantó a la brava un día ante su puerta en Londres y, directamente, llamó al timbre. Buenos días, señora Lessing, soy... Funcionó. Pero para lograr hacer lo mismo con García Márquez, que llevaba 20 años sin conceder una entrevista, la cosa rozó el vodevil: para la ocasión, el entrevistador hizo de recadero de la agente literaria Carmen Balcells, llevando al autor de Cien años de soledad nada menos que una maleta repleta de 45 kilos de regalos de Navidad desde Barcelona hasta México. Balcells y la esposa del escritor, Mercedes Barcha, estaban conchabadas con el periodista, al que primero Gabo recibió con un ácido: “¿Cuánto dinero le ha pagado a mi mujer?”. Pero lue
Llamando a las puertas del Nobel, por Justo Barranco

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