Cruzar la Plaza del Grano, sus anchos guijarros, posar mis pies en sus labios, mi pecho en su pecho, abrazar su fuente valiente, y se acercan los niños al verme abrazado, y se acercan los niños al verme cantando, y en sus risas y su júbilo alas rozando mi nuca, pues en la memoria de las plazas -las que se dejan abrazar-, hay pájaros que tiemblan de aire, como centellean en el hielo y las mañanas los ojos de los náufragos.
Plaza del Grano

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