Allá en Zorrotzaurre, donde el Nervión se curva como una ceja que duda, el futuro avanza con pasos firmes de arquitecto y promesa de cristal. En esos pabellones industriales, donde una vez rugieron máquinas y ahora laten latas de cerveza, lienzos de spray y colchones prestados, la ciudad ha decidido barrer con escoba de oro. Van a desalojar a los okupas. Dicen que es por el bien del barrio. Pero el bien suele tener la forma exacta del dinero, por mucho que esa presencia afee el paisaje exterior. El interior, el de los okupas es otro. Que no quiere decirse que sea mejor. Otro.

No es nuevo este ritual. Primero llegan los urbanistas con sus renders de torres blancas, parques verticales y oficinas con wifi en el aire. Luego, el político que habla de “dignificar los espacios” y “potenciar la a

See Full Page