La última gala de viernes en La Casa de los Famosos resultó decepcionante . Lejos del dramatismo habitual, la producción entregó un programa sin tensión , prácticamente de relleno, en vísperas de la gran final del domingo .
En otras semanas, los viernes tenían fuerza: eran sinónimo de fiesta y de robo de salvación , un giro que mantenía viva la competencia. Esta vez, en cambio, todo se redujo a una versión descafeinada del cine de la casa .
Sin el veneno de las dinámicas anteriores , el resultado fue un contenido plano, dulzón y poco memorable . La sensación general es que a la producción se le agotaron las ideas . Ya no supieron qué inventar.
Para disimular el vacío, se organizó una fiesta en el jardín . El grupo Merenglass apareció para poner música, aunque la ce