### "Hello Kitty": La historia de una vida marcada por la violencia
En el penal de Santa Martha, María Elena, conocida como "Hello Kitty", comparte su impactante historia de vida. Su relato, expuesto en el podcast Penitencia, revela un camino lleno de violencia y abandono que la llevó a cometer delitos graves. A través de su testimonio, se pone de manifiesto la fragilidad de un sistema que no logra proteger a quienes más lo necesitan.
María Elena adoptó el apodo de "Hello Kitty" desde pequeña, identificándose con la famosa figura de la gatita. Este sobrenombre se ha convertido en un símbolo personal, reflejado en sus tatuajes, que representan momentos significativos de su vida. Los moños de Hello Kitty, en particular, simbolizan a sus víctimas. "Siempre he sido fan de ella y me lo fui ganando con el transcurso de los años", explica. Su notoriedad en el penal es tal que afirma: "Aquí, si no conoces a Hello Kitty, no conoces Santa Martha".
La infancia de María Elena estuvo marcada por la violencia familiar. A los diez años, huyó de su hogar tras sufrir abusos por parte de su hermano mayor, una situación que su madre no reconoció. "Me salí a la edad de los diez años de mi casa porque yo vivía de violencia", recuerda. La calle se convirtió en su refugio, donde aprendió a sobrevivir y a trabajar en la artesanía, pero también enfrentó peligros y carencias. La falta de apoyo familiar fue constante: "Siempre veía gente extraña a mi alrededor, porque mejor tenía abrazos de otra gente que de mi propia familia".
Su relación con su madre fue distante y conflictiva. La figura materna solo buscaba a María Elena cuando necesitaba ayuda en el hogar. Durante su adolescencia, la vida de María Elena se complicó aún más con adicciones, prostitución y maternidad precoz. A los once años, fue internada en un centro de rehabilitación, donde, en lugar de recibir ayuda, aprendió a consumir drogas y conoció a su primera pareja, un hombre de treinta y un años. A los trece, se convirtió en madre, pero su relación estuvo marcada por la violencia y el abandono. La muerte de su primer hijo, consecuencia de los golpes recibidos durante el embarazo, quedó impune. "Nunca se hizo justicia por mi bebé", lamenta.
Los abusos continuaron. Tras buscar refugio en casa de un conocido, fue violada y golpeada. Al intentar denunciar, su madre no le creyó. Obligada a vivir con su agresor, María Elena enfrentó una doble violencia, tanto de su madre como de su violador. La maternidad no trajo estabilidad. Su hija mayor, a quien describe como su "compañera", se mantuvo a su lado, pero la relación con sus otros hijos fue intermitente, marcada por la ausencia y la necesidad de sobrevivir. También se hizo cargo de una hija adoptiva, a quien cuidó desde los cinco hasta los doce años, cuando la familia biológica la reclamó.
La vida en la calle y la prostitución se convirtieron en su entorno habitual, donde la discriminación y la violencia eran parte del día a día. Su primer contacto con la cárcel ocurrió a los diecisiete años, tras su primer homicidio, un crimen que, según su relato, se produjo bajo los efectos de las drogas y sin plena conciencia de sus acciones. La historia de María Elena es un reflejo de las complejidades de la vida en contextos de exclusión y violencia, donde la línea entre víctima y victimaria se desdibuja.