Que nadie lo puede callar

La Hora de Venezuela

Mary López llevaba mes y medio sin escuchar la voz de su hermano. Recordaba con precisión la última vez que habló con él, ese día en que todo cambió, 14 de junio de 2024. Conversaron poco antes de que la policía se lo llevara dejando una estela de angustia y silencio. Habían transcurrido 45 días, que parecían muchos más porque transcurrieron lentos, muy lentos. Aquella mañana del lunes 29 de julio de 2025 ella estaba en su casa —en la parroquia Carlos Soublette, del litoral central venezolano— cuando de pronto sonó su celular con una videollamada de WhatsApp desde un número desconocido.

Dudó un instante, pero decidió atender.

—¿Hermana, estás ahí? —escuchó a Luis, al otro lado de la pantalla.

Mary quedó paralizada. Era él, era él.

—¡Sí,

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