El narrador es quizá el personaje central de una ficción literaria. De su apropiada elección, de la capacidad del escritor para inventar a su criatura más importante, dependerá que resulte convincente la historia que quiere contar.
En los relatos corales, la apuesta sube en su ambición y riesgo porque la suerte del funcionamiento de la obra ya no se ata sólo a las bondades de un registro narrativo, o a las de cada una de las voces que lo conforman, sino a la potencia conseguida en el resultado final.
Así, al acabar la lectura, se podrá juzgar si aquella ambición quedó en eso o si se transformó en logro, excelencia, o incluso en obra maestra.
La picadura de abeja, del irlandés Paul Murray, es, desde varios niveles, una gran novela coral. Tanto por la diversidad de la prosa, en sus variad