Toca sincerarse. Es verdad que el estribillo de "Conga" se enredaba ayer a pie de asfalto cual "Supercalifragilísticoespialidoso". Pero daba igual. Se tarareaba a las órdenes de la reina latina. Eso sí, el resto de la "playlist" brotaba de la memoria como la lista de los reyes godos. De seguido. Es lo que tiene formar parte de la BSO de los que abarrotaron la Plaza de Colón. Es lo que tiene ser la reina de la música latina. Sin necesidad de corona, pero bajo palio por cincuenta años de carrera a sus espaldas y cien millones de discos vendidos.
Ella amenazó: «Los voy a mandar fiesteando para casa». Y cumplió. Dos horas de concierto, sin bases grabadas ni autotune. Su voz, tres coristas y una decena de músicos que dominaban el viento, la percusión y los teclados para ratificar el porqué tri