Un rayo. El horror. Olor a napalm. Iker Larrazabal se sube a un pelotazo agresivo, lleno de potencia, –alimento para su propuesta–. Iker Larrazabal despega. Black Hawk sobrevolando el Astelena de Eibar. Agresividad. A dentelladas con Iraitz Zubizarreta, un pelotari duro, tremendamente competitivo, pero sometido ante la violencia de su contrincante. El de Baiko encontró el camino del Cuatro y Medio en los cuarteles de invierno, desubicado en ediciones anteriores, cuando descubrió que su pegada, el martillo pilón de la volea, la electricidad de su postura de abajo, pone en serios apuros a cualquier adversario, siempre y cuando haya un control.
Pelotazos a medio frontis que atropellan, sobre chapa, a los pies. El abecé. Y controlar eso... ¿A base de efectos? ¿Explorando las esq