Un año más -vuelta la burra al trigo- hemos tenido que padecer el irremediable tostón de la corrida concurso de ganaderías que, bajo este formato actual, no es más que la exhibición chabacana de un puñado de adefesios añosos rebuscados de entre lo más chungo que pasta en el campo.

Puede que hubiera nombres de ganaderías históricas que desde un planteamiento romántico vistieran el santo, pero... a lo que vamos ¿Y?

Uno tras otro han ido apareciendo por la puerta de chiqueros un estrambótico catálogo de fealdades contrahechas (por exceso o por defecto) contrarias a la lógica y la ciencia del buen veedor. Claro que todo tiene siempre un punto de partida limitador: el billete.

¿Fulminamos la concurso? O cabe un planteamiento inexplorado que convocaría a toros de hierros que hoy e

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