En 1968, en el anexo de Kankan, distrito de Julcán, un campesino llamado Néstor Lázaro Albarrán removía la tierra de su chacra cuando se topó con un hallazgo inesperado . Entre los surcos, apareció una figura humana envuelta en fardos, intacta pese al paso del tiempo. Aquella momia, de apariencia milenaria, se convirtió desde entonces en el centro espiritual de la comunidad, que la rebautizó como el “Patrón de Kankan” .
El descubrimiento desató asombro y curiosidad entre los vecinos. Algunos veían en ese cuerpo ancestral un símbolo de buena fortuna ; otros lo consideraron una señal divina. Con los años, el hallazgo trascendió el ámbito arqueológico y pasó a ocupar un lugar central en la identidad local. Desde ese momento, la momia fue conservada en la vivienda de la familia Láza