LA HABANA .- Temprano en la mañana, antes de que el sol caliente el asfalto, Yunier y su hijo bajan a los arrecifes del malecón y acarrean cubos de agua salobre que luego utilizan para descargar el baño, lavar la ropa y limpiar la casa. Con una soga suben recipientes y en una vieja carretilla de madera lo trasladan hasta su precaria vivienda, en la barriada pobre de Colón, en el corazón de La Habana.
La familia de Yunier reside en una habitación de cinco metros por cuatro en una ruinosa cuartería donde predominan personas oriundas de la región oriental de Cuba que huyen de la miseria extrema. Colón es una pasarela del bajo mundo donde se venden drogas, por media hora se alquilan prostitutas y abundan ilegales casinos de juegos de apuestas conocidos como burles.
En esos barrios el desc