Durante más de dos décadas, el coronel Felipe Andrés Ardila Valderrama surcó los cielos de Colombia pilotando helicópteros en operaciones estratégicas, rescatando vidas y llevando la presencia del Estado a territorios olvidados. Hoy, cinco meses después de haber asumido el mando en el departamento del Vaupés, su misión se libra a ras de tierra: no desde un Black Hawk, sino caminando junto a comunidades indígenas, escuchando, mediando y transformando realidades con cercanía y respeto.

Por las calles soleadas de Neiva, donde las Fiestas de San Juan y San Pedro, se viven entre bambucos y asados, corría un niño que jamás imaginó vestiría un uniforme cargado de sacrificio, servicio y amor por Colombia. Aquel niño, criado con sus tres hermanos entre juegos de barrio, tardes en el campo y vasos

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