A veces los diagnósticos llegan tarde, pero en el caso de Darío, hijo de Arrate López, la suerte jugó a su favor. Aunque cursó infantil en Vitoria, cuando la familia se trasladó a Logroño descubrieron durante el primer curso de Primaria que Darío iba al mismo ritmo que los demás, «pero en la lectoescritura se le atrasaba», cuenta la madre. Por este motivo, ya en segundo fue cuando su profesora decidió pedir una evaluación. La orientadora del centro, tras realizar las pruebas pertinentes confirmó el diagnóstico: dislexia.
«Raras veces se diagnostica un trastorno de aprendizaje en esa edad, pero tuvimos muchísima suerte de encontrarnos con un equipo que sabía de lo que estaba hablando y que actuase rápido», explica López haciendo referencia a otros casos cercanos donde han tenido que insist