El arte no es lo mismo que un oficio, que una profesión. La profesión se mide en términos mercantilistas, es decir, el objetivo es producir algo práctico, lo que sea para conseguir a cambio una contraprestación económica. Y para ello, lo que produzca o haga el profesional tiene que ser útil para que se lo compren. El profesional vive de su producción, porque se alinea con los intereses del mercado y por eso tiene una clientela más o menos fija que le demanda lo que produce.
Pero el arte no, el arte de entrada y en términos mercantilistas es inútil y tan variable e inestable que a veces gusta y se compra y otras veces, al mismo autor, ya no gusta lo nuevo y no vende nada. Es el riesgo de la inutilidad. Óscar Wilde en el prólogo de su novela El retrato de Dorian Gray escribe: “todo el arte