Cuando Steve Jobs recibió la paleta definitiva con más de dos mil tonalidades de beige para el Apple II, desestimó todas las opciones con un motivo concreto: “No son adecuados”. La escena, documentada por el biógrafo Walter Isaacson, revela el nivel de exigencia y atención al detalle que Jobs imprimía incluso en las decisiones que parecían menores dentro del desarrollo de los productos de Apple.

Para el cofundador, el color del primer equipo masivo de la compañía resultaba tan relevante como el diseño de la placa base o la disposición de los chips.

Esta búsqueda de un beige distintivo llevó a Jobs a rechazar iteraciones por considerarlas demasiado grises, planas o carentes de personalidad. Finalmente, optó por participar directamente en la selección y definición del tono fin

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