En el corazón de Boyacá existe un lugar detenido en el tiempo, donde las campanas aún marcan la vida y el turismo nunca llegó.
Un rincón congelado en el siglo pasado
Entre montañas y caminos de piedra, Santa Lucía de Boyacá sigue siendo un misterio para los viajeros. Mientras otros pueblos se transformaron en destinos turísticos, este rincón se resiste a cambiar.
Sus calles empedradas, sus casas de bahareque y sus balcones de madera se conservan como hace más de 80 años. Aquí no hay cafés modernos ni hoteles boutique. Solo el eco de las mulas, los rezos del mediodía y el olor a leña.
Ni turismo, ni desarrollo… ¿por qué?
Los habitantes aseguran que la falta de vías y promoción turística frenó cualquier intento de desarrollo. “Aquí no vino el progreso, pero tampoco la contaminación”