Todo gran emprendimiento comienza con una idea. Para Gilbert Tapia, esa chispa se encendió en un lugar lleno de significado: una pequeña panadería en su ciudad natal, Deming, Nuevo México. Fue entre el aroma familiar de pan recién horneado y los recuerdos de la infancia donde Gilbert compartió su visión con su hermana: “Voy a abrir una panadería”.
La reacción inicial, como suele ocurrir en estas historias, fue de escepticismo. “No sabes nada de repostería, ¿de qué estás hablando?”, fue la respuesta práctica y realista de su hermana. Lejos de desanimarlo, este comentario se convirtió en el primer paso de un viaje metódico hacia su objetivo.