Alfred Bernhard Nobel nació en Estocolmo el 21 de octubre de 1833. Dedicó toda su vida a la ciencia y a la investigación, llegando a registrar más de 350 patentes en su nombre. Sin embargo, fue uno de sus inventos en particular por el que hoy en día se le sigue recordando: estamos hablando de la dinamita . 

Su descubrimiento supuso, en cierta medida, un gran avance para la sociedad. La dinamita se empezó a utilizar en trabajos de demolición y minería, así como para construir caminos y túneles, jugando un papel clave en la ingeniería. Sin embargo, el invento también tuvo un lado más oscuro, ya que empezó a utilizarse para fabricar armamento explosivo .

En un primer momento, esto le sirvió para enriquecerse y acumular una gran fortuna. Nobel llegó a adquirir Bofors, una empresa dedicada a la fabricación de armas, para desarrollar nuevo armamento con su dinamita. Sin embargo, con el paso del tiempo, el científico empezó a sentir remordimiento : el lado destructivo de su creación llegó a ser algo que le preocupaba especialmente. Entonces llegó el año 1988, que marcó un punto de inflexión en su vida.

La esquela equivocada

A mediados de 1988, Ludwing Nobel, hermano de Alfred, falleció. Sin embargo, se dice que un períodico de la época se equivocó y publicó una esquela dando por muerto al inventor de la dinamita. El diario aprovechó la situación para criticar ese lado más oscuro de los descubrimientos de Nobel, titulando el obituario “ El mercader de la muerte ”. 

Para Nobel, leer esta descripción sobre sí mismo en la prensa le afectó profundamente, llegando a replantearse cómo quería ser recordado en el futuro. Su decisión quedó reflejada en su testamento.

“La totalidad de lo que queda de mi fortuna quedará dispuesta del modo siguiente: el capital, invertido en valores seguros por mis testamentarios, constituirá un fondo cuyos intereses serán distribuidos cada año en forma de premios entre aquellos que durante el año precedente hayan realizado el mayor beneficio a la humanidad ”, dejó el investigador por escrito.

Se cree, por tanto, que Alfred pudo haber creado la idea de los Premios Nobel tras leer aquella esquela equivocada. Los galardones se convirtieron en su manera de contrarrestar, en cierta medida, la destrucción que su invento más famoso, la dinamita, había causado en el mundo.

Alfred Nobel murió en 1896, pero la Fundación Nobel no fue creada hasta junio de 1900. Un año después, el primer Premio Nobel fue entregado. Actualmente, estos premios son considerados los galardones honoríficos más prestigiosos del mundo en campos como la Física, la Química, la Medicina, la Literatura y la Paz, entre otros.