Para mejorar la acústica del salón de actos de la sede principal del Ministerio del Interior en la calle Amador de los Ríos de Madrid, el ministro Fernando Grande-Marlaska ha decidido gastar medio millón de euros a fin de ampliar y mejorar las condiciones del auditorio. Pretende que el salón de actos incorpore una sala de prensa, un espacio con dos cabinas de intérpretes y la renovación de la sala de audiovisuales existente, para convertirse así «en un espacio polivalente que puede servir mejor a las necesidades de las distintas unidades que integran el Departamento».

Mientras Maslaska está muy preocupado porque el actual salón de actos  «presenta en la actualidad un comportamiento frente al ruido defectuoso, no solo a nivel interno, sino también por cómo le afecta el sonido procedente del exterior , escuchándose incluso la reverberación de la lluvia sobre la cubierta y generando un ambiente molesto que en ocasiones incluso imposibilita su utilización», mantiene en condiciones indignas a policías y guardias civiles, obligados a prestar servicios en las peores condiciones y, en el colmo de la infamia, forzando a los agentes a tener que adelantar de su bolsillo las dietas.

A los guardias civiles que realizan trabajos de vigilancia de la residencia de Zapatero en Lanzarote , por poner uno de los más recientes ejemplos, les meten en un cubículo indecoroso, peor que la caseta de un perro. Y, sin embargo, sí hay dinero para gastarse medio millón de euros en corregir el ruido y la reverberación que provoca la lluvia sobre la cubierta del auditorio.

Hace falta ser muy insensible para, a la hora de priorizar las necesidades de su departamento, anteponer la acústica de un salón de actos a las necesidades de los agentes que sufren una penosa falta de medios. Porque si la lluvia provoca reverberación en el salón de actos y dificulta que se escuche a Marlaska cuando toma la palabra, mucho peor es que los guardias civiles sean tratados como animales cuando hacen labores de guardia.