Acabo de llegar a casa después de dar un paseo por la ciudad. Hemos ido hasta Adams Morgan a tomar algo y, después, de regreso a casa hemos parado a cenar en El Tamarindo, un restaurante salvadoreño en la calle U de Washington DC, a la altura de la calle 18. El sitio es bastante popular, y tiene unas pupusas fantásticas por apenas 4 dólares –antes de impuestos y propinas–.

Mientras nos sentábamos, veíamos por la ventana tres soldados de la Guardia Nacional patrullando a pie por la calle. La imagen de soldados en las calles de cada vez más ciudades estadounidenses recuerda, inevitablemente, a países con gobiernos autoritarios cuando no dictatoriales: el Ejército como herramienta para responder ante situaciones internas, como la supuesta lucha contra la migración o la delincuencia es propio de sistemas políticos muy poco democráticos.