Fred Ramsdell estaba estacionado en un campamento en Montana el lunes por la tarde después de acampar y hacer senderismo por las montañas Rocosas cuando su mujer, Laura O’Neill, de repente empezó a gritar.
Al principio pensó que quizá O’Neill había visto un oso pardo. En cambio, ella había recuperado el servicio de telefonía móvil y había recibido una avalancha de mensajes de texto con la misma noticia. “¡Acabas de recibir el Premio Nobel!”, gritó.
“No, no lo recibí”, dijo Ramsdell, cuyo teléfono había estado en modo avión, según recordó en una entrevista. Pero ella dijo: “¡Tengo 200 mensajes de texto que dicen que sí!”.
Se perdieron una llamada a las 2:00 a. m. del comité del Nobel en la que se le comunicaba que Ramsdell y otras dos personas habían sido galardonadas con el premio 2025