Hace ya seis meses que el presidente Sánchez peregrinó a China para encontrarse con su homólogo, Xi Jinping, para acomodarse entre sus brazos con la misma velocidad con la que despreció los de Donald Trump en plena vorágine arancelaria. En vez de mostrarse cauto y esperar a que desde la Unión Europea negociaran un acuerdo beneficioso para ambas partes e intentar mantener con los menores daños colaterales posibles las relaciones con el bando correcto, o al menos con el que más compartimos, decidió viajar a China y cerrar unos acuerdos comerciales con un dudoso beneficio de vuelta.

De momento, España ha disparado las exportaciones a la República Popular ante la menor demanda desde Estados Unidos, sobre todo en tres frentes: aceites, ingeniería aeroespacial y caucho. En concreto, se incremen

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