Si los profesionales se centran solo en los síntomas, el panorama es desolador: diagnósticos por el simple hecho de no cumplir con las expectativas o por confundir algo normal y sano con algo patológico que se debe señalar y corregir

Pongamos un ejemplo: Raúl acude con sus padres a la consulta de su pediatra porque ya no pueden más. Le explican que Raúl, de 5 años, no para quieto ni un momento , es incapaz de estar más de unos pocos minutos centrado en una tarea y se muestra impulsivo y agresivo con sus compañeros de clase. Sus profesores también están preocupados. Con esta superficial descripción que hacen sus progenitores, el pequeño se lleva en una consulta de apenas cinco minutos el diagnóstico de Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad, más conocido como TDAH . En

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