La reelección de Donald Trump representa mucho más que un simple relevo político: es la confirmación de un cambio profundo y duradero en la postura estratégica de Estados Unidos y, en general, en el equilibrio del orden global. De hecho, un segundo mandato de Trump no puede reducirse a una mera repetición del primero: constituye más bien la prueba de que la trayectoria estadounidense está virando de forma estructural. Y con ella, también cambian las mismas reglas de estabilidad global que Europa había considerado consolidadas.

Hasta el año pasado, muchos en Europa interpretaron la victoria de Trump en el 2016 como una anomalía puntual, una interrupción temporal contenida por las instituciones de garantía estadounidenses y destinada a ser absorbida por la alternancia democrática. La ilusió

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