Desde niña, Margarita Aranguren de Alfaro soñaba con servir a los demás sin esperar nada a cambio. Acompañaba a su madre a todos los lugares donde realizaba labores de beneficencia. Fue ahí donde aprendió, por convicción y por herencia, a ocuparse de los demás.

“Maga”, como le dicen con cariño, es una persona cuyo corazón es un faro de esperanza para los más necesitados. Una mujer que, con su inagotable dedicación, ha abierto caminos hacia la educación y las oportunidades para los más desprotegidos.

“Para mí, la responsabilidad social es algo muy importante. Siempre recuerdo la frase de Juan Pablo II, que decía que la riqueza tiene siempre una hipoteca social… y así he tratado de vivirla desde el fondo de mi alma. Por eso me he comprometido a trabajar en tantas asociaciones”.

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