Cada generación se relaciona de forma distinta con el tiempo. Algunos lo ven como una barrera que separa del resultado; otros, como la materia prima del progreso. En las finanzas, esa diferencia define destinos. La mayoría se concentra en cuánto puede ganar, pero pocos piensan en cuánto están perdiendo al dejar pasar los años. El tiempo no es un recurso infinito: es el único activo que, bien aprovechado, convierte lo pequeño en algo extraordinario.
El interés compuesto parece una fórmula simple, pero encierra una lógica profunda. Es el dinero que genera dinero, y ese dinero que vuelve a multiplicarse. Detrás del cálculo hay una verdad silenciosa: el crecimiento real nace de la constancia. Einstein lo llamó “la fuerza más poderosa del universo” porque comprendía que lo que multiplica no es