Ala gente de Jerez le gusta recordar su playa. La tuvo, es verdad, donde el Guadalete se encontraba con las aguas ligustinas, bajo la ermita de San Telmo, cuando Jerez no era Jerez sino Asta Regia. Pero la playa parece no haberse ido nunca.
Hay algo de Londres en Jerez. Bajé por una boda, y el domingo temprano me recibió una niebla espesa, como si la Corredera fuera Fleet Street, como si no me hubiera despertado del todo. La humedad habita cada bajo, mancha cada muro del centro, permea cada habitación interior. Jerez es una Atlántida. Un reino antiguo habitó estas calles y dejó sus huellas desperdigadas. Uno camina no importa hacia dónde, y cada poco encuentra una casa palacio, un pórtico, unas pilastras, unos balcones engalanados, entre las casas humildes y los bloques anónimos.
Ese rei