Por estos días en que Arequipa vive un ritmo cada vez más acelerado, entre el ruido del tránsito y la indiferencia urbana, la figura de Scooby el perro callejero que se ganó el cariño de toda la ciudad nos recuerda que la cultura no solo se expresa en los templos, en las fiestas o en las tradiciones centenarias, sino también en los afectos compartidos, los símbolos nacidos de la vida cotidiana y las historias que fortalecen la identidad popular.

Scooby fue más que un animal vagabundo; fue un ciudadano informal que habitó los espacios públicos con la naturalidad de quien se sabe querido. Su presencia constante en la UNSA, en el estadio Melgar o en las calles del centro histórico lo convirtió en un personaje entrañable, parte del paisaje urbano y emocional de Arequipa. Lo curioso es que nad

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