La ventaja tecnológica que durante décadas ha sostenido la hegemonía militar de Estados Unidos está seriamente amenazada. Los esfuerzos del Gobierno del presidente Donald Trump por contener la modernización bélica de Pekín a través de sanciones y controles a la exportación se están topando con un obstáculo inesperado: una creciente y sofisticada base industrial de defensa china que desdibuja por completo las fronteras entre lo civil y lo militar. Este desarrollo industrial no es un fin en sí mismo, sino una pieza clave en la estrategia de un país que, como analizan los expertos, aspira a convertirse en la mayor potencia militar del planeta.
De hecho, el verdadero rompecabezas para las agencias de inteligencia occidentales reside en la naturaleza de este nuevo entramado. Muchas de las em