El hundimiento de la capacidad productiva en sectores que antes eran estratégicos ilustra a la perfección su laberinto económico. El caso más sangrante es el del sector energético, donde el país sudamericano ha pasado de ser un exportador neto a un importador dependiente, una metamorfosis que le cuesta un déficit anual de 9.000 millones de dólares y una constante hemorragia de las divisas que tanto necesita para estabilizarse.
Este descalabro no es un hecho aislado, sino la consecuencia de una serie de decisiones políticas que han minado la confianza en el sistema. Una de las más dañinas fue la estatización en 2008 de los privados, las conocidas como AFJP, que en la práctica eliminó una fuente crucial de financiación interna. Aquella medida ahuyentó la inversión local y dejó al Estado