A ti ciudadano.

Las luces apenas alumbraban aquel pequeño cuadrilátero improvisado. La arena formaba un círculo perfecto delimitado con lazos, y las gradas, aunque modestas, estaban repletas de un público ansioso. Era finales del siglo XIX y, sin que nadie lo supiera, ahí, en Ciudad Juárez, nacía la lucha libre mexicana.

Quienes organizaban aquellos costalazos eran soldados de la base militar Fort Bliss, en El Paso, Texas, quienes cruzaban a Juárez buscando peleas cuerpo a cuerpo con retadores locales. No lo hacían en cuarteles ni en espacios ocultos, sino en el centro de la ciudad, en plena vista de todos, como si de un espectáculo se tratara.

Los soldados trajeron consigo la costumbre de usar máscaras en combate, un elemento que, con el tiempo, se convertiría en el sello distintivo de

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