A Alejandro Hernández Ramírez no lo mataron por buscar pleito. Murió porque quiso evitarlo.

Aquel domingo 5 de octubre, en la Plaza de la Mexicanidad, el sol caía fuerte sobre el asfalto y el rugido de las motos marcaba el ritmo del Biker Fest. Entre risas, música y cerveza, los clubes convivían como siempre: Carnales M.C. , al que pertenecía Alejandro, y otros grupos de motociclistas que comparten la pasión por las dos ruedas y la libertad del camino.

Pero en un instante todo cambió. Un empujón, un grito, una mirada de más. Los ánimos se calentaron y el ruido de los motores se transformó en caos. Alejandro, de 42 años, dio un paso al frente para separar a los que discutían. No llevaba casco, ni pensaba en pelear; solo quería ponerle fin al altercado.

Entonces apareció “El Morgan”. Un

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