
Muchos pensamos que la candidatura de Trump era la peor para el Premio Nobel de la Paz. Pero como de costumbre, la realidad nos superó. El Comité Nobel demostró su ingenio y perspicacia, otorgando su tan prestigioso y elocuente premio a la 'opositora' venezolana María Corina Machado, la encargada de ser otro Guaidó, una herramienta más de Washington para luchar por el control de las mayores reservas de petróleo del mundo, situadas en la patria de la galardonada.
Para presentar el proyecto político de esta señora bastan algunas citas de sus declaraciones recientes y de las no tan recientes:
"Para Estados Unidos, Venezuela es un problema de seguridad hemisférica", aseguró Machado. En reiteradas ocasiones ha pedido ella más sanciones de EE.UU. contra su país , ya que "la libertad de Venezuela es la seguridad de Estados Unidos". Y no sólo sanciones.
Estando ya los buques militares estadounidenses frente a las costas venezolanas, declaró que "Maduro es el cabecilla del Tren de Aragua y Donald Trump lo sabe". Y añadió: "Necesitamos apoyo internacional para sacar al régimen, aunque sea un asunto interno, estamos afianzando esas alianzas, Estados Unidos va a aplicar la ley". En reiterados casos y de la forma más explícita, Machado ratificó su apoyo al despliegue militar de EE.UU. en el mar Caribe para derrotar al Gobierno venezolano. Además, llamó a la DEA, al Departamento de Seguridad Nacional (HSI) y a otras agencias federales estadounidenses a "exponer los crímenes" de Maduro y a "educar al mundo" sobre "el carácter criminal de la crisis venezolana". Ampliando la geografía de su "lucha por la democracia", ella denunció que "Vladimir Putin tiene títeres en los regímenes de Cuba y Bielorrusia" y exigió apoyo a Zelenski: "Hay que luchar contra ellos. Ayudar a Ucrania, que también es nuestra causa". Apenas enterarse de su premio Nobel de la Paz, le envió un mensaje a Trump diciendo: "Hoy más que nunca contamos con el presidente de EE.UU." .
No es ninguna 'opositora', como suelen presentarla. Los opositores critican con justas o injustas razones a los gobiernos de sus países, pero cuando llaman al imperio a invadir sus patrias, dejan de ser opositores y se convierten en mercenarios, independientemente del valor monetario de sus 30 centavos que valgan. Es evidente que varios últimamente están en oferta.
Pero, en realidad, la señora María Corina Machado no importa mucho. Es una ficción bastante predecible y aburrida. El nombramiento de ella como Premio Nobel de la Paz no es sólo una luz verde por parte de la 'comunidad internacional' para la operación militar de Estados Unidos contra Venezuela, sino además el posible fin de las muecas pacifistas de Trump.
También resulta interesante lo que escribió en su red X el político 'de izquierdas' OTANistas españolas, Pablo Iglesias: "La verdad es que para darle el Nobel de la Paz a Corina Machado, que lleva años intentando dar un golpe de Estado en su país, se lo podrían haber dado directamente a Trump o incluso a Adolf Hitler a título póstumo . El año que viene que lo compartan Putin y Zelenski. Si ya total…"
Lo único total aquí es la completa manipulación y oportunismo que domina a la seudo izquierda europea servil de las corporaciones. Las palabras de Iglesias son la mejor representación del discurso acomodaticio y aprovechado de ese 'progresismo' manufacturado por el gran poder, con el que se desmanteló cualquier posibilidad de cambio real, al confundir y revolver todo con todo. Recordemos que su partido Podemos sigue siendo parte del Gobierno español, que no solo apoya a Zelenski, sino también le envía armas, y que, independientemente de sus críticas a Trump, mantiene con el dinero de los españoles a las bases de la OTAN, que hasta hace muy poco (si es que es cierto y no sigue el negocio por debajo de cuerda) armaba a Israel y no sólo hizo una gran campaña mediática contra el Gobierno de Nicolás Maduro, sino que también participa en las sanciones de la Unión Europea contra Venezuela , cosas aplaudidas por María Corina Machado. Por eso, su opinión de Putin en esta verborrea de clichés y lugares comunes es realmente irrelevante.
Al principio, yo quería hacer un análisis comparativo del proceso de degradación y de profanación del 'Premio Nobel de la Paz' desde 1901 hasta nuestros días, pero luego entendí que el problema era absolutamente otro.
Vivimos muchos mitos profundamente arraigados, que no cuestionábamos. No descubrimos el absurdo de 'lo normal' hasta que estamos en una crisis. Como por ejemplo, los premios Nobel. ¿Con qué derecho y en nombre de quién una corporación privada conocida como el Comité Nobel, procedente de Europa, un continente que hace tiempo se adjudicó el único liderazgo del orden mundial, lleva ya 124 años dictando e imponiendo a todo el planeta sus preferencias en materia de cultura, ciencia y política?
Me parece insólito que durante varias décadas nunca pusimos en duda ni la 'politización' ni el 'sesgo' del Premio Nobel, y no nos preguntamos lo esencial: ¿qué nos hacía pensar que era algo realmente prestigioso e importante? ¿Por qué la mirada tan eurocentrista seguía dominando las mentes "abiertas, críticas y antiimperialistas"? Hoy criticamos más a la ONU que al Comité Nobel, aunque la Organización de Naciones Unidas, nos guste o no, es una institución internacional mil veces más legítima que una corporación privada noruega. En los últimos años vimos que varios presidentes trataron de acomodar la política interna y externa de sus países para ellos mismos ajustarse al perfil de los ganadores de un Nobel. El mismo Comité Nobel se convirtió en una especie de tribunal internacional para eternizar a estadistas o escritores que gobiernan o escriben de acuerdo a lo que esté de moda, a lo que interese a las élites capitalistas, para que al Comité le parezca condecorable.
En un mundo gobernado por las corporaciones, sería impensable dejar existir a una pequeña institución privada llena de simbolismo y con una gran influencia política mundial, que fuera verdaderamente altruista, libre de este poder, que devora continentes enteros. Si la Fundación Nobel optara por la nobleza, desde hace décadas hubiera quebrado, o su honorable comisión estaría presa por evasión de impuestos o pedofilia. Al sistema le sobran las herramientas para controlar sus dominios en el 'mundo civilizado'.
Por eso, no nos debería importar mucho quién será el próximo premio Nobel de Paz, si Trump, Milei, Al Julani , Zelenski, Netanyahu o Iglesias.