Ojo avizor Juan Van-Halen

La marea y el rey padre

Don Juan Carlos tiene 87 años, afronta serios problemas de movilidad, y resulta comprensible que quiera que su final, que muchos deseamos lejano, sea en España

Juan Carlos I, el Rey padre –desecho esa cursilería de Rey emérito–, lleva cinco años sufriendo un marcaje injusto. Desde que Carmen Calvo, entonces vicepresidenta, trasladó a Felipe VI que el Gobierno, o sea Sánchez, recomendaba su salida de España y el Rey lo aceptó, don Juan Carlos padece destierro; sin reproche judicial alguno quedó privado de un derecho ciudadano. Luego viajó a España según y cómo: esporádicas y cortas estancias y prohibición de residir en Zarzuela, siempre objeto de informaciones tendenciosas, cuando no falsas, decididas en no se sabe dónde. O sí. Sánchez

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