Cartas al director
Las prórrogas ofrecen una segunda, y en muchos casos última, oportunidad.
Para ganar una final, por ejemplo, en un partido decisivo que todavía no hemos ganado ni perdido.
Es un tiempo extra que no se da, obviamente, para desperdiciar.
Si el torneo, además, no contempla tablas sería especialmente absurdo ir a empatar. Existe un «encuentro» al que todos fuimos convocados: el de la vida.
Sólo hay dos alternativas: dejarse ir y perder, o luchar para vencer. No hay banquillo que nos pueda relevar, ni posibilidad de cambiar de posición o dorsal.
Es un «terreno de juego» al que uno ha salido únicamente a ganar.
El trofeo ya ha sido comprado, y por el se ha pagado un alto precio. Luce a la vista de quienes lo quieren mirar. Será entregado al que se esfuerce lo necesario,