Hay una sensación común en la modernidad, sentirnos solos entre la multitud. Esa soledad que sentimos, a veces, cuando estamos rodeados de gente. La ciudad parece aliarse en contra nuestra. Estar conectados a todas horas tampoco nos acerca más a los demás. Al contrario, vivimos en una sociedad más hiperconectada que nunca en la que nos sentimos más solos que en ninguna otra. Ese es el telón de fondo sobre el que se desarrolla el excelente libro de Andres Ortega, Soledad sin solitud (Premio Internacional de Ensayo Jovellanos) (Ediciones Nobel Madrid, 2025), que presenté esta semana junto al autor en la Fundación Unicaja en Málaga.
Andrés Ortega parte de la distinción entre soledad y solitud. La primera sería esa condición filosófica del ser humano: estamos solos antes las decisiones y los