Tengo por certeza que cuando decimos y no actuamos en consecuencia, algo dentro de nosotros pierde crédito. Pero cuando lo que dices y lo que haces laten en sintonía, generas algo tan poderoso que las personas saben que pueden confiar en ti. Vivir con integridad no es hablar poco, ni aparentar perfección: es hacer lo que dijiste que harías, incluso cuando nadie está mirando.
La vida nos exige flexibilidad: los planes cambian, las circunstancias alteran el camino, las prioridades se tambalean. Pero esa flexibilidad no puede volverse excusa permanente para diluir nuestros compromisos. La verdadera integridad exige que seamos responsables con nuestra palabra, aun cuando el trayecto se pone difícil. Porque en ese acto —mostrarte fiel a ti mismo— te mantienes alineado con tu esencia y fortalec