En el Perú, un día puedes ir al cine, ver una película por un par de horas y, al salir de la sala, descubrir que tenemos un nuevo presidente. Somos el país de los gobiernos efímeros, donde el carrusel de los políticos gira en torno a un sillón que puede cambiar de ocupante al menor descuido.

El cálculo político hace tiempo que dejó de ser un arte sutil tras bambalinas. Hoy es una práctica descarada que se ejerce sin disimulo. En cuestión de horas, Dina Boluarte dejó de ser útil a los intereses de las bancadas que manejan el Congreso. Pasó de ser una aliada funcional a ser un lastre.

A las 11 de la mañana del jueves 9, Fuerza Popular aún descartaba apoyar la moción de vacancia presidencial, optando solo por una interpelación al ministro del Interior. Al poco tiempo, en un viraje inesperad

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