Hay madrugadas especiales, días que despiertan antes que el sol. El café en la cocina, las medias , las enaguas almidonadas, ciérrate ese mantón , ata las alpargatas , el pañuelo bien atado y eso flecos de la faja bien recogidos. Moño bajo, redecilla, las peinetas, horquillas y el café de un trago.

En la calle huele a claveles y gladiolos, a tradición y devoción. Las aceras semidesiertas de la ciudad se van llenando de trajes tradicionales apañados con mejor o peor suerte. Se hace lo que se puede. De camino se anudan cachirulos, alfileres e imperdibles de última hora, ajustar las ligas y algún flequillo que se escapa.

Desde la plaza Aragón empieza el recorrido para los grupos. “Se incorpora a la ofrenda el grupo…”. La llamada, en este caso un poco antes de las ocho de la

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