La bruma matinal se cuela entre los árboles nativos, y un silencio profundo se extiende como un manto. Más allá del vallado tenue, las montañas se dibujan como guardianas. En ese instante exacto, se entiende que Domos Nawal no es un simple hospedaje de Trevelin: es un pacto con la Patagonia, un emprendimiento hecho de historias, de aire y de paisajes.
En la Ruta 17, al doblar hacia Sierra Colorada, el cartel fue tan simple como contundente: “Se vende”. Natalia De Cesare bajó del auto, miró hacia el horizonte y lo dijo sin titubear: “Acá me voy a morir”.
No hablaba de final, sino de destino. Había encontrado el lugar que la anclaba, donde el aire era distinto y las montañas magnéticas. Con Walter Pascaretta, su compañero, venían de Avellaneda; él, maestro mayor de obra y chef; ella, prof