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Un saber corriente supone que la literatura es el lugar de la imaginación y el periodismo o la historia son los lugares de la verdad. Los conceptos de representación, de verosimilitud, o lo que Roland Barthes llamaba la ilusión referencial, mezclan los tantos y sitúan la verdad en cualquier parte o en ninguna.
La escritura literaria tiende a crear verdades que conviven con otros objetos reales, pero que no son la realidad sino, en el mejor de los casos, una representación que tiene la misma fuerza de la realidad y engendra una ilusión igualmente verdadera.
En la Argentina, este efecto parece ser una profecía autocumplida, que se siente hondamente. Pero vayamos primero, a lo estrictamente literario.
En El jardín de los cerezos , Gáyev y Liubov hacen de una pareja de hermanos, fuer