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Niños y niñas comienzan su etapa académica, a los 5 años, con aptitudes matemáticas similares, pero tan pronto como un año después, a los 6, se observa que las niñas van tomando miedo a la asignatura y pierden confianza: piensan que se les da mal.

Si pensamos que una materia académica se nos da mal, lo que se denomina “baja autoconfianza”, es más probable que nuestros resultados sean peores y nuestro interés disminuya. Si nos estresamos ante a un examen de matemáticas (algo que ocurre a muchos niños ya a los seis años), también se notará en nuestro rendimiento.

Nuestro grupo de investigación hizo una encuesta a 2 000 escolares de primaria en Aragón para investigar qué papel juegan el miedo y la autoconfianza de niños y niñas a lo largo de la educación primaria, tanto en matemáticas como en lengua.

Encontramos que en el primer ciclo (entre 6 y 7 años, 1º y 2º de primaria) niñas y niños mostraban preferencias similares entre ambas asignaturas y además pensaban que eran igual de buenos en las dos. Sin embargo, en el segundo ciclo (8 y 9 años) ya aparecen diferencias: los niños se consideran mejores en matemáticas que las niñas, y estas se sienten más competentes en lengua.

En tercer ciclo (10-11 años) esta diferencia continúa creciendo. Por ejemplo, solo el 54,9 % de las niñas pensaban que se les dan bien o muy bien las matemáticas, frente al 71,5 % de los niños.

Pero curiosamente, en la asignatura de matemáticas no hay diferencias estadísticamente significativas entre los resultados académicos de las niñas y los niños en Aragón. Es decir, las niñas y niños tienen resultados igual de buenos, pero ellas sienten que se les da peor. Y este sentimiento les aleja de las matemáticas.

Ansiedad matemática

También observamos diferencias en la preocupación ante los exámenes. Ya las más pequeñas se preocupan más que ellos por las pruebas escolares de cualquier asignatura, especialmente en matemáticas.

Esta preocupación aumenta con los años en todos los estudiantes, pero la brecha de género persiste. En tercer ciclo, muchas declaran estar muy preocupadas con frecuencia. En cambio, en lengua, la preocupación es similar en ambos géneros, incluso entre los niños, que en general se sienten menos competentes en esa asignatura.

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Evitar la competitividad y las prisas

Está demostrado que cambiar la manera en la que enseñamos y examinamos las matemáticas tiene un gran impacto en los resultados, el miedo y la autoconfianza, particularmente de las alumnas. Se consigue, por ejemplo, quitando los límites de tiempo estresantes, haciendo actividades colaborativas en vez de competitivas y reduciendo la importancia de los errores.

Hay más factores que influyen, como ciertos estereotipos: las matemáticas se consideran para gente “brillante”, y desde muy pequeñas, las chicas se consideran más trabajadoras, pero menos inteligentes. Los estereotipos también hacen que a veces los profesores subestimen la capacidad matemática de sus alumnas. La opinión de las familias también puede tener un gran impacto sobre la autopercepción de los alumnos, incluso cuando obtienen buenas notas.

Por otro lado, muchas maestras de primaria sienten ansiedad por las matemáticas, y estos sentimientos se transmiten a las alumnas y no a los alumnos, probablemente porque se se ven reflejadas en ellas.

Desconocimiento de los docentes

En nuestro estudio, analizamos brevemente la opinión de los profesores. Queríamos saber si eran conscientes de la autopercepción negativa de sus alumnas. El 90 % del profesorado pensaba que las chicas nunca o casi nunca sentían que se les daban mal las matemáticas. Si los docentes no detectan esta situación, porque las niñas tienen buenos resultados o, al menos, resultados acordes con los que obtienen en otras asignaturas, es difícil que pueden aplicar medidas para reforzar la autoestima de las alumnas.

Recordemos que las matemáticas son importantes en el día a día, imprescindibles incluso para hacer un bizcocho de chocolate. Además son necesarias en un gran número de profesiones tecnológicas, muchas que ya conocemos y otras que ni siquiera somos capaces de imaginar. No podemos permitirnos que los miedos y falsas creencias alejen a muchas niñas de las matemáticas, y menos que condicionen su futuro profesional.

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Cambiar el método

Debemos darles a las niñas todas las oportunidades. Para ello hay que modificar la forma de enseñar y, sobre todo, de examinar las matemáticas. Hay que apoyar al profesorado, combatir los estereotipos y promover palabras de aliento desde las familias y la sociedad para cambiar esta tendencia. A nosotras alguien nos dijo que lo hacíamos bien y por ello disfrutamos tanto de nuestra profesión. Díganselo más a muchas más niñas. “Lo estáis haciendo bien”.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.

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María Villarroya Gaudó es investigadora del Instituto de Investigación en Ingeniería de Aragón de la Universidad de Zaragoza. Ha recibido fondos de Instituto de las Mujeres, FECyT y Cátedra de Igualdad y Género de la Universidad de Zaragoza y el Gobierno de Aragón para el proyecto Una ingeniera en cada cole y el libro 10001 amigas ingenieras. Ella es Profesora Titular de la Universidad de Zaragoza y miembro de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas en Aragón.

Elena Fillola es miembro de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas, en la rama de Aragón.