Entre montones de bolsas negras, envases plásticos y algunos libros, vive Rosa Almeida Padrino, conocida como “María” de 56 años de edad, quien residía en Los Corocito vía al sur de Maturín, una mujer de mirada tranquila y voz pausada que pasa sus días en un banco de la Plaza del Estudiante de Maturín. Allí, entre el ruido de los carros y el caminar de los transeúntes, ha hecho de ese rincón su pequeño refugio.

María no siempre vivió así. Alguna vez fue estudiante de la Universidad Bolivariana de Venezuela, donde cursó la carrera de Educación y soñaba con transmitir enseñanzas, con compartir conocimientos. “Estaba estudiando, pero no me he graduado todavía”, dice con cierta nostalgia, mientras acomoda con cuidado los libros que conserva entre sus pertenencias.

Su compañero desde hace tie

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