En el cine existen muchos recursos para contar historias: pasando por los más visuales, como la fotografía, hasta decisiones de dirección como el uso de cámara al hombro o trípode, así como el color o pequeños microgestos en la interpretación; entre todos ellos destaca el efecto Kuleshov , bautizado por el cineasta soviético Lev Kuleshov en los años veinte. Esta técnica juega con el espectador de una forma curiosa: provoca que asociemos a rostros neutros distintas emociones y significados en función de la imagen que los sigue o los precede. En Good Boy encontramos un ejemplo claro de cómo utilizar este recurso en su máxima expresión.
En este film, de apenas una hora y cuarto de duración, seguimos a Indy, un retriever de Nueva Escocia que se enfrenta a un demonio que habit