La transición energética avanza a toda marcha. Tecnologías como paneles solares, turbinas eólicas o vehículos eléctricos prometen reducir nuestra huella de carbono y enfrentar el cambio climático. Pero detrás de este impulso verde se esconde una nueva dependencia global: la de los minerales críticos. Su demanda crece de forma vertiginosa, pero su cadena de suministro sigue siendo frágil y geopolíticamente concentrada. El mundo se está dando cuenta de que no hay energía limpia sin minería. Pero también comienza a entender que no puede haber minería del siglo XXI con los mismos métodos del siglo XX. Y aquí es donde los relaves mineros, tradicionalmente vistos como pasivos ambientales, entran en escena con una propuesta radical: dejar de ser el final del proceso, para convertirse en el inic

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