El diplomático jubilado y cuñado de la expresidenta madrileña publica 'Los Hipócritas' (Renacimiento), una ficción que expone las dobleces de la diplomacia pocas semanas después de que el juicio contra su hermano por el Goya haya quedado visto para sentencia

El marido de Esperanza Aguirre justifica la venta del Goya para pagar deudas: “Y todavía debo un pico al banco”

íñigo Ramírez de Haro sabe lo que son las miserias de la aristocracia porque lleva años conviviendo con ellas. Su último paso por los juzgados fue para reclamar más de 700.000 euros a su hermano Fernando, el actual conde de Bornos y esposo de Esperanza Aguirre, por vender un Goya familiar y no repartir el dinero. En su última novela, 'Los Hipócritas' (Renacimiento), este diplomático, dramaturgo y escritor dibuja una UNESCO llena de cinismo, mentiras, machismo y racismo mientras espera que una sentencia diga si recupera o no el dinero del Goya apócrifo que su hermano, denuncia, vendió a escondidas.

En su anterior libro, ‘La Mala Sangre’, repasa su historia familiar y cómo su relación con su hermano se trunca cuando vende el Goya y, además, nunca le paga su parte. En ‘Los Hipócritas’ la obra de arte vuelve a aparecer, pero esta vez como un lejano objeto de conflicto. ¿Qué ha cambiado desde ese primer libro?

Ha cambiado en que 'La Mala Sangre' eran ocho historias familiares que terminaban en el conflicto entre mi hermano y yo causado por el cuadro y el juicio no había empezado. En 'Los Hipócritas' su entrada es indirecta, la novela es esa historia tortuosa de amor, celos, deseos, soledad y fracaso con el juego de que el protagonista, un viejo diplomático, vivía frente a la casa de los condes de Bornos, los propietarios del cuadro. Aprovecho para contar cómo se encontró ese cuadro, o cómo decía la leyenda familiar que se había encontrado. Nunca he sabido si era cierto o no.

Ha dicho varias veces que, en su faceta literaria y de dramaturgo, hace “autoficción”. ¿En qué personaje de este libro se refleja Íñigo Ramírez de Haro? ¿En el que se llama como usted, en todos…?

Ese es el juego fascinante de la ficción. Como ya decía Nabokov, que está en 'La Mala Sangre', solo la ficción dice lo verdadero. Entrar en ese juego en que no se sabe qué es ficción y qué realidad porque es lo mismo. Estos días me estoy planteando demandar a Íñigo Ramírez de Haro, el autor de 'Los Hipócritas', porque he visto que en la novela hay un personaje que se llama Íñigo Ramírez de Haro y es un hijo de puta, por tanto quiero poner una demanda en defensa de mi honor.

Su familia vuelve a salir en el libro, en este caso como responsables de un crimen del franquismo. ¿Un paralelismo con el juicio que ha tenido lugar hace pocas semanas por el Goya?

El proceso está siempre en el autor de la novela porque yo vivo con el juicio, no se ha terminado, está visto para sentencia y esa sentencia seguro que será recurrida por la parte que pierda. El juicio es una especie de vida paralela, pero lo que pasó el otro día es especialmente doloroso porque, hasta ahora, mis hermanos no se habían mostrado mentirosos, y además de ladrones, mentirosos y calumniadores. En vez de ir a los hechos, parte del juicio iba justamente a denigrarme moralmente como persona y eso establece una nueva situación en la que puedo claramente decir: estamos en guerra. Y como decía Heráclito, la guerra es el padre de todas las cosas. Veremos cómo se desarrolla, en 'Los Hipócritas' quería que quede claro que el juicio del cuadro está presente.

¿Qué espera de la sentencia? En su nuevo libro, las pocas menciones que hace a la Justicia no son precisamente optimistas.

Este es un juicio en el que un ciudadano de a pie se enfrenta a una política en España y la mano larga de la política, de Esperanza Aguirre, hace que sea absolutamente imprevisible lo que ocurre. Está claro que ella lo intenta, pero yo tengo que creer en la Justicia española porque si no crees en la Justicia realmente se rompe la baraja. La Justicia, el tercer elemento de poder de Montesquieu, es la base de la democracia, si no crees en la Justicia se acaba la democracia y entramos, inevitablemente, en el autoritarismo.

Yo como ciudadano creo en la Justicia y, al mismo tiempo, en este juicio contra una política que claramente intenta influir en los jueces, al final me ocurre como al famoso juez en Berlín. Creo que lo intenta y lo ha conseguido con una jueza que tuvimos que recusar, pero en estos momentos doy mi voto de confianza al juez de este proceso para que sea imparcial, va a ser imparcial. Es un voto de confianza de creer que en España la Justicia funciona. Mucho de los problemas políticos, en realidad, con una Justicia rápida, imparcial y eficaz se resolverían, las leyes están escritas y hay que aplicarlas, y que el que delinque tenga una Justicia rápida y eficaz. Tengo confianza en que el juez será imparcial, pero inevitablemente siempre tengo miedo de esa mano larga de Esperanza Aguirre.

No hace un dibujo especialmente positivo de la diplomacia. Toda la novela se desarrolla en una votación para elegir a la directora general de la UNESCO. ¿Es la diplomacia española una “cueva de mediocridad”, como llega a afirmar el protagonista?

El protagonista es un viejo diplomático y su joven becaria quiere hacer las oposiciones. Hay una parte de la novela con las enseñanzas del primero, la vida de un diplomático, y en ese sentido la diplomacia española es muy decepcionante. En la historia universal de la infamia, la diplomacia solo ha ido a peor. Desde un José Manuel García-Margallo, el gran inquisidor, hasta el pequeño inquisidor José Manuel Albares que tenemos ahora.

Resulta deprimente para una persona que, como el protagonista, ha estado en la diplomacia española, ver cómo al final es un foco de mediocridad y amiguismo. Lo que define a la diplomacia española es justamente la mediocridad y, sobre todo, el miedo.

El hilo conductor de la historia, al menos el más evidente para el lector, es un alto diplomático sexualizando a una becaria hasta llegar al delirio de que se ha “enamorado” de ella tras meses despreciándola. Un embajador se refiere a ella como “guarrilla”. ¿Es otro tipo de hipocresía, el que acaba con un jefe con la mano en la rodilla de su becaria, con insultos machistas?

La hipocresía está absolutamente generalizada en la novela. La atraviesa, es un elemento clave. El punto central de la novela es una relación que, ya de entrada, un jefe con una subordinada, es una relación problemática. Lo que he querido es un desarrollo de esa relación sacando todos los distintos elementos de este tipo de relaciones. Primero se plantea que, de entrada, no puedan existir y que seguro que va a ser abuso. Segundo, existe la libertad individual y los sentimientos: “¿Es posible que frente a esa necesaria regulación de proteger al débil no solo haya abuso y esa diferencia de poder y lo que dices, los insultos... es posible que el sentimiento sea real? Que aparezca el amor, el deseo, esa ansiedad de saber qué siente la otra persona.

Si es una relación de abuso y desprecio, diría que no, eso está, pero también la posibilidad de que exista un sentimiento real, amor. ¿Qué ocurre cuando aparece eso?

La asamblea general de la UNESCO termina pidiendo a gritos a una becaria que se case con su asaltante. ¿Tan mala opinión tiene de sus antiguos compañeros? ¿Es esto lo que podemos esperar del poder?

Yo no hago púlpito en mi mensaje, cuando escribo, no quiero hacer esa generalización de lo que se puede esperar. Yo pongo un caso concreto que, como caso concreto, es universal.

El racismo también aparece en su novela. ¿Qué racismo vio usted en sus años en la diplomacia? El protagonista incluso bestializa a una persona negra.

Es otro de los elementos clave de la novela y por eso lo introduzco. El racismo está generalizado en el mundo y frente a lo que se oye habitualmente no es solo una cuestión de blancos occidentales. He vivido en cuatro continentes, he visto cómo hay un racismo árabe feroz contra los negros, en Japón contra los que no sean japoneses... en general salen perdiendo los africanos, y por eso introduzco a un personaje africano.